Sobre la naturaleza y sus cambios

Sobre la naturaleza y sus cambios

Los libros de artista como paisajes interiores

Si bien la formación de Ireri Topete como profesional en las artes visuales, le llevaron, en su primera etapa, a la capital del estado de Jalisco, y posteriormente, a recorrer el mundo, es este fragmento de Bahía de Banderas, que es su ciudad, donde trabaja desde hace muchos años,  la que ha sido una constante en su vida y en su quehacer artístico, porque ahí está el territorio que dibuja y desdibuja en su mente y en su corazón. 

 

Puerto Vallarta se extiende. Va creciendo de manera desordenada, convirtiéndose en una dolorosa capa de pavimento, árboles talados y playas deterioradas. Sin embargo, cuando uno sigue los pasos de la artista, de su casa al taller, del taller hacia el centro de la ciudad, del centro hacia el mar, se descubre por qué estos caminos tan comunes y cotidianos, repetidos muchas veces, de muchas maneras y con distintas intenciones, son actos mágicos de constante reflexión, de recuperación, de memoria y de creación.

 

El río Cuale se escucha permanentemente en el taller mientras con la tinta y con agua, más agua, esta incansable creadora,  recupera las imágenes y los sonidos, a través de su pincel, de sus placas de madera o de metal, mezclando texturas y  colores.  Sensaciones que van cubriendo capa por capa al papel , así como se mezclan los sonidos y las imágenes en el río.  Agua que nos recuerda aquella, a veces casi inexistente, como un  fantasma, en la época de sequía o que revive y se torna en un intenso caudal que choca estrepitosamente entre las numerosas rocas, en época de lluvias.

 

Los árboles todavía respiran aquí con cierta quietud, la montaña, a veces oculta por densas nubes, traen el viento y los destellos de truenos potentes y enérgicos. Entonces el río y la lluvia se confunden, lavan, deslavan y disuelven.  Si uno sigue su cauce se le puede ver alimentar al mar de todo tipo de cosas, incluso de nuestros pensamientos más profundos y ocultos.

 

Hasta allá va siguiendo su trazo Ireri, hasta mar adentro, donde nos visitan las tormentas y de lejos, pidiendo siempre que sean lejanos, los huracanes, los que conocemos por el paso breve de Kenna y que, al rozarnos, se ha quedado como un recordatorio indeleble de que este espacio que habitamos está viviendo inevitablemente  los cambios climáticos, donde los días cada vez son más calurosos y los huracanes cada vez más violentos.

 

A través de sus narraciones visuales, enrolladas, extendidas, en cajas o encuadernadas, explora en su trabajo  nuevos territorios,  por un lado exterioriza todo estos paisajes interiores, en donde quedan registrados los fenómenos naturales y el hombre, con sus ambigüedades y simbólicos encuentros. Y por otro lado, el camino y la búsqueda, a través de la investigación y la experimentación, del libro de artista.

 

Por lo que estamos ante la presencia de una obra que tiene muchos recorridos y muchas lecturas, así como los recorridos casi obsesivos de los recuerdos, de las vivencias y de la mirada sobre el entorno a los que la artista regresa constantemente.

 

Hay también en todo ello una búsqueda de integración de la información científica, una pequeña veta de bióloga amateur se deja vislumbrar en su interés por  sistematizar su interpretación sobre la formación de los huracanes, en la fascinación que tiene con las piedras, con el río, con la humedad que puebla el ambiente de Vallarta, de la sal que se respira y se transpira, de la arena que se deposita en el río y que llega tarde que temprano a lo profundo del mar.

 

Estos son libros para leerse con calma, para “caminarlos” desde diferentes puntos de vista, son libros que no tienen párrafos u oraciones, son libros para contar sobre   lo apenas perceptible,  sobre lo que no tiene palabras, para dejar caer los ojos en lo profundo del agua y del viento.

 

 Mónica E. de la Cruz Hinojos

Pto. Vallarta, Jalisco 24 septiembre 2014



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